Monseñor Miguel Lenihan
El tiempo pascual que iniciamos en este año jubilar nos convoca a escuchar el anuncio de Cristo, nuestra esperanza, ya resucitado. Él es el viviente que ha vencido a la muerte. Con su pasión, Jesús no fracasa, sino que triunfa sobre el mal y el pecado. Esto nos llena de alegría y esperanza. En la vigilia pascual pudimos escuchar en el evangelio según san Lucas (24, 1-12) el descubrimiento del sepulcro vacío: “El primer día de la semana [el que nosotros llamado “domingo”], de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado”.
En lugar de encontrar el sepulcro como lo habían dejado, se dan cuenta que la piedra de la entrada ha sido movida y que el cuerpo del Señor Jesús ya no estaba ahí. Después se aparecen unos hombres y se nos da a entender que son ángeles, pues sus vestidos son refulgentes, que les preguntan: “¿por qué buscan entre los muertos al que vive?
Esta frase debe grabarse en nuestras mentes y en nuestros corazones, pues constituye todo un programa para nosotros, peregrinos de esperanza. El que Vive por excelencia ha resucitado. Cristo resucitado es El que Vive; la muerte ya no tiene ningún poder sobre él.
También nosotros a veces buscamos a Jesús entre los muertos. Con demasiada frecuencia puede llegar a faltarnos una conciencia viva de Cristo resucitado, colocándolo entonces en las realidades del pasado, que no tiene una influencia directa sobre nuestro presente. Eso sería un error. Cristo vive y debemos tomar conciencia de que toda nuestra vida debe estar orientada a él, fuente de vida nueva y de esperanza nueva. No busquemos al que vive entre las cosas muertas, sino en el camino que llevamos aquí y ahora como discípulos de esperanza.
La alegría pascual llena de gozo el corazón del peregrino, y se nos vienen a la mente aquellos dos discípulos, aquellos dos peregrinos que se encuentran con Jesús resucitado por el camino a Emaús (Lc 24, 13 ss.). Es el gozo que arde el corazón, pues sabemos que Jesús vive y que su vida santa nos acompaña a lo largo de nuestro camino hacia la Jerusalén celestial.
Es por eso que, después de haber celebrado y vivido en todas las parroquias de nuestra arquidiócesis la Semana Santa, luego de haber acompañado a Jesús en su pasión y su cruz, nos volcamos llenos de alegría a este domingo de Pascua para iniciar el camino de la alegría y la esperanza, basada en que su amor es tan grande que se derrama generosamente por el Espíritu Santo que se nos da dado (Rm 5, 5).
Como arzobispo, envío mis saludos pascuales a todos los cristianos que viven su fe como peregrinos de esperanza en todo el departamento de Cortés, para que anunciemos a todos que no hay que buscar entre los muertos al que vive y hace camino con nosotros.
¡Feliz Pascua jubilar a todos, peregrinos de esperanza!!